Los trastornos disfuncionales temporomandibulares (TDTM), alteraciones disfuncionales del sistema masticatorio, representan un problema frecuente en la población general. Según diversos estudios entre el 40 y el 60% de la población presenta algún tipo de TDTM.
Los síntomas más frecuentes de TDTM son, en orden de frecuencia, el dolor a la palpación de los músculos de la masticación, los ruidos y el dolor en la articulación temporomandibular (ATM), así como la apertura bucal limitada y dolorosa.
El conocimiento de la causa que da lugar a los signos y síntomas que afectan al sistema masticatorio resulta complejo, puesto que los factores etiológicos implicados pueden ser múltiples. Cuando la función normal se ve alterada por un acontecimiento determinado que supera la tolerancia fisiológica del sistema estomatognático, puede desencadenarse la sintomatología asociada a los TDTM.
Los factores etiológicos de los TDTM pueden dividirse en predisponentes, desencadenantes y perpetuantes. Los primeros son los que aumentan el riesgo de aparición de esta patología y se dividen en sistémicos, estructurales y psicoemotivos. Los factores desencadenantes están representados primordialmente por los microtraumatismos, los macrotraumatismos o las sobrecargas biomecánicas. Los factores perpetuantes se localizan preferentemente en la esfera psicoemotiva.
Los factores que potencialmente presentan un claro carácter etiológico son: la depresión, la ansiedad, la presencia de dolor profundo, el sexo femenino, la parafunción, el traumatismo (físico y psíquico), la hipermovilidad y los trastornos oclusales.
La función muscular normal se puede interrumpir por diversas alteraciones cuyo origen se relaciona con factores locales o sistémicos. Entre los locales destacan la modificación aguda de los estímulos sensitivos o de propiocepción en las estructuras masticatorias (p. ej., una prematuridad, una fractura dentaria, la lesión causada por una inyección anestésica, etc.); los traumatismos, que pueden deberse al uso excesivo o inusual de las ATMs (alimentos duros, masticación prolongada, etc.); y cualquier dolor profundo constante, que puede crear una respuesta muscular. Por otro lado, entre los factores sistémicos hay que subrayar que en la génesis de las alteraciones musculares figura de forma destacada el estrés emocional. También influyen el estado autónomo del paciente, la edad, el sexo y la dieta.
No todas las alteraciones musculares son clínicamente iguales, sino que pueden dividirse en cinco tipos de etiología variable. Así, una co-contracción protectora suele deberse a alteraciones en los estímulos sensitivos o propioceptivos de las estructuras asociadas o a la presencia de estrés. El dolor muscular local puede originarse a partir de una co-contracción protectora prolongada, un traumatismo local, estrés o por hiperactividad del músculo afectado. En el dolor miofascial o mialgia por puntos gatillo, la etiología se considera compleja y no se conoce con exactitud, aunque se atribuye a diversos factores locales y sistémicos asociados: traumatismos, mal estado físico, fatiga, infecciones virales, estrés, etc. Finalmente, el mioespasmo carece de una etiología clara y suele relacionarse con traumatismo muscular local, uso excesivo del músculo o un estímulo doloroso profundo. Los trastornos musculares nombrados anteriormente suelen resolverse cuando se instaura el tratamiento adecuado. Sin embargo, cuando un dolor miógeno persiste, pueden aparecer trastornos de dolor muscular crónico de más de 6 meses de evolución, denominados mialgia de mediación central.
Las alteraciones disfuncionales de la ATM pueden clasificarse en tres grupos: las que afectan al complejo discocondilar, en las que queda alterada la relación entre el disco articular y cóndilo mandibular; las derivadas de la incompatibilidad estructural entre superficies articulares, como las alteraciones morfológicas, las adherencias, la subluxación y la luxación espontánea; y las alteraciones articulares inflamatorias, como la sinovitis, la capsulitis, la artritis y la retrodiscitis.
Las alteraciones que afectan al complejo discocondilar derivan de cualquier condición capaz de producir un elongamiento de los ligamentos discales o un adelgazamiento del disco, ya sean macrotraumatismos (accidentes de tráfico o deportivos, etc.) o microtraumatismos (hiperactividad muscular secundaria a parafunciones, inestabilidad ortopédica, etc.).
La incompatibilidad estructural de las superficies articulares presenta una etiología variada según el tipo concreto de alteración. La alteración anatómica de la superficie articular puede ser congénita o debida a traumatismos. Por otro lado, en las subluxaciones y luxaciones espontáneas su causa no suele ser patológica. Éstas aparecen en articulaciones sanas que se han desplazado más allá de sus límites normales, normalmente debido a la morfología de la eminencia articular. Finalmente, las adherencias suelen ser consecuencia de traumatismos. En una articulación sana, las superficies articulares son duras y lisas y se desplazan una sobre otra sin roce gracias a la acción lubricante del líquido sinovial. Un microtraumatismo (p.ej., el bruxismo) puede agotar la lubricación y dar lugar a la adherencia de las superficies. Del mismo modo, un macrotraumatismo puede provocar sangrado en el interior de la articulación y los productos derivados de su degradación producir una matriz para las uniones fibrosas que se encuentran en las adherencias.
Finalmente, las alteraciones articulares inflamatorias suelen ser consecuencia de cualquier respuesta protectora de los tejidos que constituyen la ATM, y la etiología más frecuente es la presencia de alteraciones crónicas o progresivas, así como los traumatismos. Las alteraciones inflamatorias de la ATM incluyen la sinovitis, que suele deberse a una función anormal o a un traumatismo; la capsulitis, casi siempre secundaria a un traumatismo con boca abierta; la retrodiscitis, secundaria a micro o macrotraumatismos; y la artritis, secundaria a la sobrecarga de las estructuras articulares, aunque también puede ser traumática, infecciosa o formar parte de un cuadro sistémico que afecta, entre otras, a las ATMs (artritis reumatoide, gota, artritis psoriásica, espondilitis anquilosante, etc.).
Los trastornos disfuncionales temporomandibulares tienen una etiología multifactorial, por lo que su tratamiento dependerá del conocimiento detallado de la patología que presenta cada paciente y de los factores etiológicos de cada caso concreto.
Los tratamientos pueden ser reversibles (conservadores) o irreversibles. Éstos últimos reservados para los casos en los que todos los tratamientos conservadores se hayan mostrado ineficaces, o cuando el TDTM altere gravemente la calidad de vida del paciente.
La modalidad terapéutica conservadora está constituida por varios tratamientos reversibles que se pueden agrupar en 4 apartados:
1. Reeducación funcional del paciente y terapia psicológica
2. Terapia física aplicada a la patología disfuncional temporomandibular:
3. Tratamiento farmacológico
4. Tratamiento oclusal reversible (férulas oclusales)
Si una vez efectuado el tratamiento reversible de los TDTM persiste la inestabilidad craneomandibular ante la cual el paciente es incapaz de desarrollar una adaptación funcional, será preciso corregirla. Esta corrección definitiva puede requerir tratamientos oclusales irreversibles y/o quirúrgicos.
El tratamiento oclusal irreversible hace referencia a cualquier tipo de tratamiento que altere permanentemente la oclusión y, con ello, la posición mandibular del paciente. Su indicación como tratamiento único será en los casos en lo que haya pruebas diagnósticas suficientes de que el factor etiológico primario que causa el TDTM es la patología oclusal existente. Esta modificación se puede realizar mediante:
1. Ajuste oclusal selectivo
2. Técnicas prostodóncicas u ortodóncicas
3. Tratamiento ortodóncico + cirugía ortognática (osteotomías de los maxilares para modificar la posición de las bases óseas)
En los pacientes que requieren tratamiento quirúrgico de la ATM, lo ideal es recurrir a técnicas de cirugía mínimamente invasiva para evitar los riesgos y posibles secuelas que suelen acompañar a las cirugías abiertas. Éstas últimas únicamente se indicarían en los casos en los que tanto el tratamiento conservador como la cirugía mínimamente invasiva no sean posibles o se hayan mostrado insuficientes.
Entre los tratamientos quirúrgicos mínimamente invasivos de la ATM se encuentran:
1. Infiltración intraarticular
2. Artrocentesis
3. Artroscopia